El balcón como ¿límite? entre realidades: Fernanda Orazi comparte sus reflexiones del confinamiento
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El balcón como ¿límite? entre realidades: Fernanda Orazi comparte sus reflexiones del confinamiento

Fernanda Orazi es actriz, directora y docente. Comenzó su trayectoria en su Buenos Aires natal y desde hace más de una década es una habitual de los escenarios españoles. En el CDN la hemos visto, además de en Los días felices – su noveno trabajo bajo la dirección de Messiez – esta temporada, en Rinoceronte de Ionesco, en 2014.

 

Ventana de Fernanda Orazi

Desde mi ventana

Estoy ahora mismo sentada en el confín. Mi ventana es, en realidad, un balcón. Me gusta sentarme al límite del “lado de adentro” con los pies asomando al exterior, sin llegar a salir entera donde ya estaría en el “lado de afuera”. Me gusta porque, así, con la ventana totalmente abierta de par en par tengo la sensación de que “el lado de afuera” entra a mi casa sin que yo tenga que ir “al lado de afuera”. Me da el sol. Me da el aire. Sentada en el confín, con mi ventana totalmente abierta, mi casa, de pronto, es también un exterior. Siempre que asoma un poco el sol lo hago y ya no puedo pensar en dos espacios, es uno, el mismo, son al mismo tiempo y yo estoy en los dos. Si alguien me preguntaste en este momento «¿Dónde estás?» yo diría sin dudarlo «aquí, afuera y adentro»  sin experimentar ningún conflicto en la contradicción y, por lo tanto, sin necesidad de decidirme por uno de los dos. Es que, claro, el marco de esta ventana (donde me encuentro exactamente) es un trozo de no pared, así que no es interior ni exterior, es un limbo (por cierto, el limbo en el que paso mucho tiempo desde el 14 de marzo).

Y digo más: si al construir las paredes de una casa se inaugura lo que será un interior pero, a su vez, esas paredes se construyen en el exterior para delimitar la parcela de exterior que quedará dentro de ellas para convertirse en un interior, entonces un interior es una parte de exterior sustraída,  capturada dentro de cuatro paredes, un exterior con forma de adentro. Un parcela de exterior. Esto me recuerda a lo que me dijo mi amado  cuando compró su casa  “un edificio son estructuras que capturan aire, aire apilado, secciones de aire, cada piso es una sección de aire. No entiendo por qué compré un piso, soy propietario de aire.” Este es un edificio y estamos en un cuarto piso, así que es totalmente el caso. Un interior hecho de exterior aéreo. Para cerrar la idea: si la casa «está en» y «llena de» exterior  y nosotros estamos dentro de la  casa, entonces estamos en un exterior y en un interior al mismo tiempo, siempre.

Con mi cuerpo en mi ventana- confín compruebo que a veces dos cosas que, en teoría, son opuestas, andan juntas sin tener que excluirse. Parece que mi confín es un buen lugar para fundir supuestos opuestos, al calor del sol.

Pero a veces la ventana está cerrada y es como una pared de cristal que vuelve a separar lo que mi cuerpo en el confín había unido. Ahí el exterior se queda quieto afuera y la casa parece ser solo un adentro. Dirán ¿Tan rápido olvidas que nunca hay solo un interior?  Bueno, si es de día la pared de cristal es cómo un cuadro titulado «hay un exterior» como una promesa que por lo general da alegría o invita a imaginar el resto del paisaje, no se olvida, es como que se deja para después. Pero si es de noche y  la ventana está cerrada ya la cosa se pone un poco confusa. Porque esas  noches el cristal de mis ventanas refleja mi casa. Desde mi casa veo otra vez mi casa. Hay un interior después de otro o, por lo menos, dos al mismo tiempo. En esas noches, aunque sepa que volverá el día y será mañana no puedo evitar preguntarme «¿Cuántas veces  puede la noche multiplicar un interior?».

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